martes, 3 de abril de 2018

El punto contra el plano VI


6. De la ilusión

Pero esto no resolverá el problema. Quizá una gran parte. Pero seguirá habiendo una discordia. Pues estamos en un terreno cenagoso (como dije), y las soluciones no son tan sencillas. No es mi intención plantear aquí una solución (bueno sí, pero al final… O quizá no. No lo sé). Mi intención es esclarecer el problema, desenmarañar el ovillo lingüístico e ideológico en el que nos encontramos. “¿Y quién eres tú para hacer esto?” Diréis algunos. “Marcos Molina Fernández. ¿Con quién tengo el gusto…?”, responderé yo.
El problema que veo es el siguiente: el mundo de las ideas. El mundo de las ilusiones. El mundo de Matrix. Platón (siempre Platón): no podemos escapar de la Realidad que hemos decidido construirnos, nosotros mismos. Una Realidad compartida por un entorno. Pero: ¿qué sucede cuando la Realidad que queremos construir, administrativa o emocional, no la comparten nuestros vecinos? Sucede el problema que encontramos en Cataluña: dos realidades diferentes… Las dos Españas que cantaba Machado. Hay un solo territorio real, físico, geográfico, palpable. Pero coexisten dos o más territorio ilusorios, conceptuales, emocionales. Por ello, esto no se podrá resolver si no se produce una reflexión personal acerca de la “ilusión” que tenemos de la “Realidad”. Esto no va a suceder, y os diré por qué: poca, muy poca gente, se replantea en verdad su Realidad, su visión del mundo y de las cosas: es difícil decirse a sí mismo que quizá lo que entendemos por Realidad no sea más que una “ilusión subjetiva” y no “la Realidad en sí misma”. Ahora bien, se podría proponer esta reflexión a la gente (un experimento que jamás ha sido llevado a cabo). Desde los medios. Desde la política. En las mismas calles. Pero esto no va a suceder. ¿Por qué? Porque políticos, periodistas y ciudadanos compartimos el mismo estado ilusorio, el mismo modo de vivir sumidos en la proyección de las ideas. Aseguramos que la Realidad es lo que nosotros vemos, y negamos que la Realidad sea lo que ve el otro. Así es que NADIE va a incentivar a que las personas reflexionen, repiensen y cuestionen su propia identidad. Bueno, sí, Juan Goytisolo: uno de los mejores escritores que ha dado nuestro país, y que a penas ha sido leído aquí… Yo lo descubrí (de verdad) en Canadá. Pero como él, ¿quién? Si ni siquiera Podemos, que abandera las “causas justas” es capaz de plantearse que “quizá se equivocan”, lo cual no me parece mal. Es lo que decía al principio, el no caer en la tibieza. Está bien posicionarse: eso genera, poco a poco, el juego de equilibrios en el que estamos.

Cristianos y ateos deberíamos hermanarnos en el mismo proyecto: los cristianos deberían “negarse a sí mismos”, y los ateos deberían aceptar que la Realidad, en sentido ontológico, se nos escapa: pues carecemos de “sentidos” suficientemente desarrollados como para atisbarla (la prueba es que cada cual ve la suya propia). Como veis, unos y otros (no importa quién sea A o quién sea B) compartimos la sumisión automática de la ceguera, y (lo que es peor) la asunción soberbia de que mi Realidad es la Realidad de todos.


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