7. De practicidad
Y ahora quiero tornar el relato
hacia la practicidad del asunto. Quizá se haya traslucido a lo largo de estos
pensares un posicionamiento más bien anti-independentista. No lo negaré, el
texto es el que es, y tras él, hay ciertas porciones de mí (pero no todas). Pero
lo afirmo, sin tibiezas: me posiciono en contra del procés. He tratado de entenderlo, con muchísima humildad, he
hablado y discutido con un gran número de independentistas. Me he negado a mí
mismo, incluso he jugado a su juego, y me hice independentista. También me hice
anti-independentista pro-referéndum. Así es la identidad, cuando uno conoce su
propio ego: mudable: lo único estable en nosotros es el alma (que diríamos los
cristianos) o la conciencia (que diríamos los budistas)… En fin, he jugado a
todos estos juegos, y cuando ya reculaba para recuperar un poquito la visión
global y objetiva, sucedió el referéndum, y la declaración unilateral de
independencia. Y con esto, sucedió que se me agotaron la tibieza y las ganas de
jugar. ¿Cómo? ¿Que unos poquitos puntos deciden sobre el futuro de todo el
plano? ¿Que como argumentos dicen que es “la voluntad de los puntitos” y que al
resto de puntos no nos concierne?
Bueno. Y:
¿Qué hacer en esta situación? No
se puede hacer nada. Solo confiar en las leyes que nos unen y hermanan, aunque
haya hermanos que no quieran ser hermanos… es la familia donde nos tocó nacer.
Y es por esto, por esto mismo, por lo que me posiciono contra el procés: y esgrimo una flechita a los
cuatro vientos à
à Creo que tanto Rajoy (y
la mayor parte de los españoles) como Puigdemont (y la mayor parte de los catalano-independentistas)
padecen la misma ensoñación, el mismo ensimismamiento, la misma dolencia y
padecimiento al identificarse con sus propias ideas y proyecciones. No son las
mismas proyecciones (de ahí el problema, X no es X para los dos), pero sí son
proyecciones irreales (en realidad X es igual a Z para Rajoy y X es igual a J
para Puigdemont. X es X y punto. Ahora bien, ¿qué es X? No lo sé. No conozco la
Realidad).
Pero
eso no importa. Estoy en contra del procés
por una cuestión cronotópica. Estoy a
favor de la unidad de España, porque es la situación en la que nos encontramos
hoy en día. Porque el devenir de la historia nos ha traído aquí. A este momento
raro y concreto. Y es este momento, nuestro referente y nuestro motor. Creo que
se ha sudado mucho, que se han derramado muchas lágrimas y mucha sangre, para
encontrarnos en el momento en el que nos encontramos. Probablemente se hayan
hecho barbaridades horrendas en el pasado, pero el pasado nos ha dado el
presente. Creo que una separación sería ir a peor: caída de la economía,
fractura social, enfrentamientos turbios, imposiciones de la comunidad
internacional, y un largo etcétera.
No
me engaño (no os engañéis vosotros conmigo tampoco): si a lo largo del curso de
la historia Cataluña hubiera conseguido su independencia, o si bien nunca
hubiera pertenecido al territorio español, mi discurso sería el contrario: si
el equilibrio presente se viera trastocado por una pulsión nacionalista-española
para conquistar e integrar Cataluña contra la voluntad del pueblo catalán, me
manifestaría consumadamente en contra. Creo en el azar del devenir de la
historia. Nos toca gestionar el presente, con razón y corazón. No con uno solo
de los dos.
He
dicho que los anti-independentistas y que los independentistas padecían del
mismo mal: pero la situación es diferente: Rajoy quiere estabilidad, lo cual es
sinónimo de preservación de la situación. Los independentistas quieren romper
la situación actual, lo cual es sinónimo de desestabilidad. Yo quiero cambios
(desde lo más hondo de mis proyecciones) pero dentro del marco existente.
Quiero justicia social, quiero fraternidad, quiero luz. No quiero rabias, ni
odio, ni rencores.
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