martes, 3 de abril de 2018

Del punto contra el plano IV


             4. De las reglas del juego

         Todo esto ha sido un vasto marco. Un vasto marco para tratar de encuadrar el problema que presenta la independencia de Cataluña.

Jugamos con el lenguaje, un lenguaje dirigido hacia objetivos e intereses propios:
            En primer lugar, hablan de democracia. El lenguaje es muy sencillo de utilizar, palabras como “democracia” o “libertad”: todos podemos hacerlo. Intentadlo: miraos al espejo y decidlo. Es muy fácil (yo lo he hecho esta mañana, y os aseguro que se puede). Ahora bien, ¿con qué uso se emplean estas palabras?
           He escuchado a los independentistas catalanes hablar de que un referéndum sería democrático. Estoy de acuerdo, pero si el referéndum se produce en toda España: si todos los puntos del plano deciden algo que concierne a todo el plano. Pero un grupo de puntos que supone una pequeña porción del plano no puede decidir algo que trastocaría por completo a todo el plano. Los puntos se tocan, y lo que afecta a un punto le afecta a otro. Por lo tanto, no pueden hablar de “democracia” si se aplica solo a su territorio en concreto. En primer lugar por humanidad, por respeto al resto de puntos que coexisten en el plano. En segundo lugar, por respeto a esas leyes que nos amparan a todos, y que nos permiten dormir por las noches. No podemos hacer nada fuera de la ley y esperar que esta no actúe para devolvernos a nuestro sitio: es el mecanismo: por eso existe.
           Por lo tanto, no podemos hablar de “presos políticos” cuando hablamos de los líderes catalanes encarcelados tras el procés. ¿Por qué no? Pues porque han cometido delitos que afectan a todo el plano. Y además han promovido, sirviéndose de su influencia, mensajes para generar conductas que vayan en contra del plano. Las leyes, construidas a lo largo de milenios, maduradas y equilibradas, contemplan dichos actos como delitos, pues prevén las consecuencias que pueden traer consigo. Y por ello se les penaliza, ¿cómo? Con los procedimientos dispuestos por la justicia. ¿Que lo entienden? Bien. ¿Que no lo entienden? Bien también. Las leyes no están para que un grupo pequeño de puntos las cuestionen. Las leyes deben de ser modificadas por una mayoría de puntos en el plano: las leyes están para preservar la unidad del plano. Un plano construido con siglos y siglos. Un plano cuyo único fin es que cada puntito salga beneficiado lo máximo posible de esa unión.
        Y me dirán (yo mismo me lo digo): “ya, pero es que resulta que el gobierno central es centralista, que no demuestra una actitud muy democrática cuando defiende los privilegios legales, penales o económicos, en base a sus disposiciones o intereses”. Y respondo (me respondo): “cierto, así es, pero es que resulta que están ahí porque han llegado a través de los cauces legales de que disponemos. Y si no nos gusta, pues a trabajar juntos por cambiar el panorama”. Y ahí declaro, sin ser forzosamente de ningún partido, que los caminos elegidos por Podemos o por Ciudadanos, son los correctos. Los aplaudo. Pueden ser rivales, como lo somos jugando al parchís, pero eso no impide que respeten las mismas reglas. Si no, no se puede jugar.

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