1. De la dificultad del asunto
Hablar
de esto es difícil. Muy difícil.
O en realidad es muy sencillo.
El problema no está en la
producción de palabras. El problema está en que ambos componentes del acto
comunicativo acuerden y compartan referentes. Y eso no va a pasar. ¿Por qué? De
nuevo Platón: porque la Realidad se nos escapa, y vivimos en un mundo de
proyecciones y conceptos volubles e ilusorios. La realidad de los animales es
mucho más clara: ningún perro se pondrá a debatir con otro perro acerca de si
lo que tienen en frente es un recipiente con pienso, o bien se trata de una
cubitera con fragmentos de meteorito. El perro está libre del concepto. El ser
humano no.
En una comunicación ideal, el
emisor (A) y el receptor (B) compartirían el referente (X). Para A y para B, X
sería la misma cosa. Pero para A, X es una cosa, y para B, X es otra diferente.
Vamos con las fórmulas:
AàX=X
BàX=Y
Es decir, que para A, el
recipiente con pienso, es un recipiente con pienso.
Para B, el recipiente con
pienso, es una cubitera con fragmentos de meteorito.
Vamos con el problema catalán.
A partir de mi ecuación: ¿quién
sería A y quién sería B? à Tenemos el segundo
problema:
Para
el Estado Español (y el grueso de los españoles) ellos son A, pues resulta
evidente que X es X. Y asimismo B representa a los independentistas, pues para
ellos X es otra cosa alejada de la realidad, o sea, Y.
Muy
bien. Pero si volteamos el pancake,
vemos que para los independentistas ellos son A (X=X, no podría estar más
claro), y que el Estado Español o la mayor parte de los españoles, son los que
ven X como Y.
Tenemos,
por lo tanto, dos problemas:
El
primero es que A y B no comparten su visión de X.
El segundo es que A cree
que es A y B cree que también es A.
No me atrevería a decir (yo)
quién es A y quién es B. Quizá el problema es que ninguno es A, en verdad.
Ninguno conoce la realidad de X. Ambos viven en una proyección ilusoria
productora de conceptos, y ninguno se detiene a valorar el recipiente de pienso
como un simple recipiente de pienso.
Por ello insisto en que es difícil hablar de
esto. Además no quiero incurrir en la facilidad de deslizarme hacia un polo,
para granjearme los aplausos de la mitad de mis amigos, y los desprecios de la
otra mitad. Mi naturaleza no es humilde. Es soberbia. Pero la vida me ha
enseñado (a través de la experiencia y el error, y por tanto, del sufrimiento) que
la humildad debe ser un objetivo al que mirar siempre. A veces, para
expresarse, conviene reposar las ideas un buen tiempo, y, por qué no, tratar de
auto-contradecirse un poco. Pero claro, tampoco quiero caer en la tibieza, pues
la tibieza nos hace débiles ante nuestro propio ego. Es difícil (ya lo dije al
principio). Pero allá voy.
No
quiero entrar a valorar quién es A y quién es B. Porque creo que para los
españoles anti-independentistas España es un concepto, y para los catalanes
independentistas, España (y Cataluña) son conceptos diferentes. Creo que para
ninguno de los dos X es X en realidad, aunque ambos piensen que sí.
Pero
estas cuestiones filosóficas nos sirven para divagar un poquito en estas aguas
magnéticas de internet, mas no para gobernar un país o una comunidad. Aunque
sería ideal que todos (políticos y ciudadanos) compartiéramos nuestro referente
(X=X), la realidad nos muestra a diario que esto no es así. Y el mundo sigue,
la sociedad no se puede detener, así que sigamos en la batalla diaria
(haciéndonos el menor daño posible).
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